Fiscaliza que algo queda

Bueno, pues ha llegado la hora de ocuparse de los fiscales. Nunca he tenido demasiado trato con ellos dado el hecho de que mi labor profesional no estuvo dedicada al derecho penal y dado también  que en mi época las labores de la fiscalía excedían muy poco de dicho ámbito jurídico. En la actualidad me limito a una pequeña pero cordial relación con el Fiscal General y  tres fiscales con los que comparto partidista de mus, que siempre gano, los miércoles que coincido con ellos. Dos se dedican  a  la protección de menores y otro está jubilado.

En el mundo de los tribunales los fiscales nunca han  tenido una reputación excesivamente positiva. Siempre se han visto lastrados por su actitud acomodaticia a la hora de elegir destinos cuando su oposición era común con la de los jueces teniendo en cuenta que eran para ellos las capitales de provincia, cuestión que en nuestro país daba entonces lugar a una vida más confortable. Tampoco su trabajo era notablemente difícil pues en muchísimas ocasiones, de eso tuve alguna práctica como juez, se limitaba a ratificar la denuncia policial y luego esperar al fallo judicial.

A todo esto se añade un segundo factor de singular importancia para analizar su papel en las circunstancias actuales. Los fiscales han estado siempre mucho más vinculados al poder ejecutivo, o sea , al Gobierno que los jueces. El Fiscal General no suele proceder de la Fiscalía, así sucede ahora, y sus titulares se sienten mucho más independientes, pero los demás tienen un tufillo a funcionarios que, cuando llegan los momentos difíciles, repele en gran medida. ! y encima quieren que instruyan las causas !

Todo esto viene a cuento del panorama actual. El PSOE tuvo gran cuidado, como hizo en el resto de la Administración, de velar por la afinidad sociológica en sus nombramientos y somos muchos los que pensamos, como sucedió al revés en el régimen anterior, que la Fiscalía en sus cargos medios era de tintes socialistas. Sólo así tiene explicación el ridículo incidente ante el que nos encontramos. Unos fiscales, con un motivo banal, dicen que un secretario de Estado, sin aportar un mínimo indicio, ha «filtrado» un documento relacionado con el mantra de la corrupción. Después dicen » perdón, yo no he sido » y se quedan tan panhos.

Las cosas suponemos que no quedarán así a pesas de la exasperante actitud de Rajoy de mirar hacia otro lado en situaciones comprometidas. Esto es demasiado y creo que Manolo Moix no lo permitirá. Un fiscal parlanchín, por muy atractiva que sea su constante presencia en la prensa tiene en otro sitio su lugar adecuado y ese lugar se llama calle. Ya está bien.

Por otra parte está lo de las primarias. A quién se le ocurriría inventárselas para que no nos faltara de nada. En España al manos son una calamidad que solo sirven para declarar guerras por si no tuviéramos ya unas pocas. Hay que ser brutos.

Por último, los huesos de Franco. Como dije hace unos días estoy tan en contra de la memoria histórica como del esperpento histórico. Ni se trata de trasladar muerto ni tampoco de conservar sin ton ni son un monumento a un golpista de consecuencias criminales. Franco fue lo que fue pero no parece idóneo que exija una celebración su machada con un símbolo religioso y, por lo menos, doscientos mil cadáveres debajo. A estos efectos me da igual si se dice que ya tuvo tiempo de hacerlo el PSOE y que dejemos en paz a los muertos. La cruz y los muertos siguen ahí bien a la vista de todos. La situación debe arreglarse bien sea trasladando restos bien derribando el esperpéntico monumento.

 

 

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