La catedral oculta de Málaga y el campo charro

Empiezo mi reflexión dominical tratando de completar la información de la semana pasada sobre el héroe destronado Porfirio Rubirosa a causa del hallazgo de un bello y peligrosísimo saudí, terror de la honra árabe y que, por ello, ha sido merecidamente expulsado de tan liberal nación.

Resulta que Porfirio era íntimo y compañero de correrías del Aga Khan que, aparte de su conocida fortuna, fue el ligón por antonomasia. Un amigote, cuya identidad quiere preservar, me ayuda a desvelar uno de los misterios mejor guardados del oriente y occidente. En definitiva y como pasa siempre, los dos estaban dopados. Transcribo la información.

«La madre de Alí era francesa, lo que explica los estudios de Alí en esta nación. Cuando Alí llegó a la adolescencia su padre lo envió a un médico árabe en El Cairo a recibir clases de sexualidad y allí aprendió el Imsák, técnica que se basa en concentrarse totalmente en la complacencia de la mujer a la vez que se retarda el espasmo o sencillamente se suprime.»

Visto lo visto me concentraré totalmente a ver si al menos -otras cosas ya no merecen el esfuerzo- mejoran mis Autos y Sentencias.

A otra cosa. Afortunadamente pasé un día de turismo en Málaga, ciudad maravillosa donde además se celebra (en el Museo Thyssen) una gran exposición de Julio Romero de Torres quien, como es sabido porque lo dice la copla, pintó a la mujer morena y el reverso de los billetes de cien pesetas. Me he reconciliado con el artista porque se demuestra, por aportaciones privadas, que si bien la mayoría de las morenas padecían una severa hepatitis  y de ahí su rostro aceitunado, hubo otros cuadros más cachondos como un patio cordobés de inspiración sorollesca.

Con este motivo me dirigí a una oficina de turismo que me salió al paso como obligado homenaje al recuerdo de mi mujer a quien estas instituciones le chiflaban. Allí, dada la hora, sobre las 11, pregunté dónde podría hallar unos churros que me merecieran. La respuesta: Casa Aranda al lado del mercado de las Atarazanas. Aquello no era un bar, no. Era la segunda catedral, la oculta, consagrada desde ahora al Dios Churro y a la Diosa Porra. Indescriptible.

Luego visité la Catedral religiosa a la que por faltarle la torre sur se le conoce como La Manquita. Fantástico monumento privado de la fama que debería tener. Para el recuerdo la capilla gótica en un entorno renacentista. Si la hacen en Baviera creo que por fin se atreverían a derribar el monumento más feo y visitado de la cristiandad, el castillo de Luis II, mezcla del Disney más hortera con un ligero parecido al Alcázar de Segovia. No cometais mi error. Antes divorciarse que visitarlo.

Acabo la semana en una tienta de becerras en el campo charro por gentileza de un buen amigo, ganadero de afición, que en sus ratos libres cultiva su Notaría de Madrid, Alberto Mateos. Sangre de Iban en los toros y muy buena gente entre los que asistieron. Lo pasé fantástico escuchando las instrucciones y opiniones del ganadero, primero, y de toreros y apoderados después. Jamás me habían dado ocasión de aprender tanto aunque echáramos de menos a nuestro maestro de cabecera, el sin par José Ramón, que andaba haciendo la pelota a su santa por tierras extremeñas.

Por cierto, este Jose Ramón se transportaba hasta hace poco por Alburquerque a lomos de un borrico que regaló, ignoro los motivos, al de la fé pública. Al equino le vinieron fiebres y ha fallecido ante la consternación general. Ahora Jose le echará las culpas a Alberto entre tute y tute y ya la tenemos montada. Intentaré poner paz.

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