La huelga de los gorriplatos de Iberia es, sin duda, uno de los espectáculos más bochornosos de la actualidad española. Unos señoritos parecidos a la “bien pagá” han decidido que los españoles carezcamos de transporte aéreo hasta que a ellos les salga de donde sea. Hay varios aspectos de este asunto que merecen tratamiento en la Guinda.
Por una parte está la pasta. Ellos lo niegan pero parece que están al borde de un nuevo convenio y que, con apenas en muchos casos 20.000 € al mes, no llegan al día 20. Pobrecitos, la vida está así de achuchá. Sin embargo, el quid de la cuestión es su verdadero papel en la empresa. Con la habilidad del aprovechaturi, los pilotos juegan con dos barajas, además de la Barajas por excelencia. Una, la del obrero con su sindicato y su canesú, siempre prestos a reclamar sus sagrados derechos laborales a fuer de cargarse los de los que pretenden volar, y la otra, la real, la de verdaderos propietarios de la compañía. Nos explicamos.
Iberia procede, e indirectamente sigue a él vinculada, del Ejército del Aire de Franco. El Ejército, es decir, nuestro bolsillo, pagó en muchos casos su formación, y les hizo dominar desde el principio AENA, plagada al comienzo de militares. Después, ellos y su sindicato dominaron la admisión de pilotos y negociaron entre ellos mismos sus convenios. Naturalmente los mejores salarios del orbe y privilegios sin fin. Ésa es la explicación de que la T- 4, los slots y mucho más sean de su patrimonio casi exclusivo. También explica que el convenio contenga la prohibición para la empresa de segregar activos; y si no prevé una comisión sobre el dividendo es de puro milagro.
La situación descrita condujo a la catástrofe en tierra de tener que dar a la empresa 120.000 millones de ptas. para equilibrar sus cuentas y que pudiera buscarse un socio. La Comisión Europea se cabreó por tratarse de una ayuda de Estado prohibida en los Tratados, pero les convencieron -no sé cómo- de que se trataba de dinero de Cáritas o de Médicos sin Fronteras (no me acuerdo bien). Éste es el resultado de la gestión de los que ahora sugieren fórmulas “para el ahorro”. Con un par.
Los pilotos se basan en lo de siempre para seguir trincando: nuestra soberanía y bandera, conceptos ambos ajenos a la British, que no quiere sino hundirnos a base de tratar a los pilotos como simples obreros. Así han organizado una huelga brutal por haber permitido salarios más bajos y precios de los billetes proporcionados a esos salarios. Los ingleses, esperemos que por poco tiempo, están atolondrados con tanta sinrazón y no han reaccionado como debían. Si los pilotos son, como parece, los propietarios de Iberia, ésta ha de cerrarse inmediatamente y, previa depuración de su personal, AENA debe abrir los aeropuertos a otros. Los aviones deben cambiar su nombre a Iberia Express, a Easyjet o a la propia British, y dejar muy clarito a los nuevos pilotos que son simplemente empleados de la compañía con su sueldo razonable, sus pagas extras y su hora para el bocadillo o para hacer pis (pilotos, perfectamente formados, los hay por miles en el mercado y a la búsqueda de empleo).
Empieza ahora el conflicto jurídico donde los pilotos están muy contentos con la prohibición de segregar activos, pero no saben ellos lo fácil que es para un profesional del Derecho decir que la expresión ha de interpretarse “conforme a las noches de luna llena” o que “un avión no es un activo” o que “segregar quiere decir poner el activo al revés y que a ti te encontré en la calle”. Ayudaría mucho que los de British o Iberia que no fuesen cómplices de los gorriplatos acompañasen al pleito las nóminas verdaderas de tan insignes defensores de la soberanía nacional, y el juez o jueces las pudiesen comparar con las suyas, y luego escuchar que, claro, es que ellos tienen mucha responsabilidad y el juez está de juerga todo el día (añade la Guinda).
¡Ingleses, venid en nuestro auxilio y haced todo lo que ellos dicen que tenéis pensado! Os prometo que, como poco, juego al guá de los ilustrados, -esto es, al golf- bebo té hasta caer grogui con el anís que le acompañaría, me hago del Manchester y como mal sin protestar.
Vivan los que ganaron en Trafalgar
Interesante análisis desde el humor. Por ahora añado su blog a mis favoritos, la idea de un experimentado comentarista jurídico tratando temas de actualidad era bien necesaria. Mucha suerte con el blog que comienza su andadura.
Señor blogger: suscribo integralmente lo que sagazmente afirma, salvo lo de comer mal «sin protestar». ¡Hasta ahí podríamos llegar! Eso sería la concatenación de los exorcismos y la desintegración final de nuestra amada patria. Con las cosas de beber, vino, claro, y de comer no se juega, como juega Iberia con los repugnantes bocadillos que nos atiza en sus vuelos y que además del grave perjuicio gastronómico y moral, deben pagarse a tocateja. Le animo a persisitir en sus denuncias pero sin jugar con las cosas de comer ni de beber. ¡Un respeto! Lucior.