Tenía que pasar y pasó. La reivindicación salarial de las diferentes policías entrañaba una profunda injusticia y al final ha estallado sin que nadie pueda predecir cuál será el final del disparate.
Las autonomías se concibieron en base a darles a los catalanes todo lo que quisieran en materia de dinero y de poder a cambio de que dejaran tranquilito al rey y cuatro cosas más. Los vascos más o menos lo mismo según fuesen disminuyendo el ritmo del gatillo a pesar de los disgustos del cura Arzallus por dicha lentitud.
Con el tiempo se cedieron más cosas en colaboración con el Tribunal Constitucional que sustentó criterios peregrinos para ampliar competencias. Así de las normas básicas pasó a las de ejecución, de lo complementario a lo general y, para colmo, les permitió crear policías que se presentaran a las oposiciones de golpistas para los casos en que el Gobierno no dialogara lo que fuese menester y les diera directamente la independencia.
En estas nos encontrábamos cuando en los sucesos de octubre pusieron de relieve el pastel y los de arriba nos vendieron un 155 a modo de ¡¡firmes!! cuando no era sino una caricia jurídica. A la postre nos ha quedado que los autonómicos, con el dinero de todos, pues o bien viven de nuestro dinero o nadie saben de qué viven, les dan a sus funcionarios más pasta de lo que pueden darles a los suyos las vacas de donde maman.
Total, ahora son las policías y ya están en la cola médicos, jueces y la biblia en verso. La que se va a liar es de órdago y Aznar seguirá diciéndonos que utilizaba la intimidad para hablar en catalán. Ya le daría yo ideas a mamarracho semejante.