No podía La Guinda escaparse de la actualidad nacional a pesar de los muchos buenos propósitos que me había hecho para dejarlos de lado. Se trata simplemente de que me parecía un asunto de poquísima importancia al que había sobredimensionado la casta periodística.
Al final una Constitución, un país detrás de ella y diecisiete territorios con lo de “virgencita virgencita…”. Este fue el gran invento de Suárez, quien sin duda pensó, como todos los españoles, que no íbamos a ganar nada con el invento, “anda y que les den que no van a ir a ningún lado”. Y si van, ya saldrán otros que dirán “para mí también”.
Primero fueron los vascos armados de convincentes Parabellum manejadas por un puñado de especialistas con la más que complicidad de unos locos criados en los más oscuros Seminarios. Aquello fue terrible pero murió de extinción natural.
Ahora llegan los otros, sin pistolas -por el momento-, pero con mucho más follón. Son muchos pero sólo quieren dinero, bien a pelo- bien disimulado en poderes locales desde los que se pueda pedir dinero. Aquí llega la maldición de Suárez, acertada como el tiempo ha demostrado, de que los demás vendrían a pedir lo mismo porque les entraría un legítimo ataque de envidia. Así están las cosas y nadie encuentra una vía de salida. Entre medias hay otros, aún más ridículos, que se limitan a pedir que a los médicos de media España no se les entienda cuando hablan. ¡¡Si ya no les entendíamos!! Viva Suárez.
La vida cotidiana: el Madrid, sigue su anodina existencia. Como diría el general hitleriano “vamos de victoria en victoria hasta la derrota final.” El dúo Floren-Zidane lleva directamente a la catástrofe y el calvo se da cuenta al final y se pone, como ayer, a hacer limpieza de corrales para que, como las ratas, unos cuantos traten de salvarse del naufragio.