La Cruz del caído

El caído soy yo por si cabe alguna duda. El motivo es que ayer he sostenido una conversación con alguien de mi entorno que me ha sumido en una gran confusión, más aún al ser esa persona integrante de mi entorno y, por eso, contar con presunción de afecto.

La cuestión surge de un hecho puntual y de un par de reflexiones por mi parte. El hecho es tan simple como una paseo mañanero en Madrid el pasado sábado que, por circunstancias del clima, hubo de concluir,de forma casual, en El Pardo y, más concretamente, en su cementerio, al reclamo de los muy célebres personajes que allí encontraron su reposo final. Desde Carrero hasta las más afamadas familias de la España de los setenta han dejado en ese lugar su inútil huella.

Resulta curioso y paradójico ver cómo la élite económica y social hace ostentación de su poder con mausoleos propios de los egipcios mientras que los personajes vinculados a la milicia mantiene el tono austero que les ha sido tradicional.

Ahí comienzan mis reflexiones. La primera es cuán inexplicable e injustificado fue el alzamiento militar contra el gobierno. No hubo razón alguna y el enemigo no podía ser un gobierno legítimo sino, en todo caso, los protagonistas del caos con el nombre de milicias,, sindicatos o lo que fuera. El gobierno era ineficaz pero eso no es motivo para presentarse en la capitanía de Melilla el 17 de julio por la tarde y matar a los que allí estaban.

La segunda reflexión es aún más gráfica. Confieso que oír hablar de memoria histórica me produce como poco un sarpullido pero hay cosas que superan con mucho el esperpento histórico y una de ellas es el Valle. Un gigantesco símbolo de una religión corona un monte bajo el que se han sepultado miles de cuerpos con la compañía del jefe de la sublevación y del líder de un partido político, a la vez hijo de otro sublevado, o casi.

No se qué habrá que hacer con el monumento ni cuándo se hará pero estoy convencido que su destino será el más polvoriento derrumbe.

Esta fue la causa de la discusión de ayer. La persona que me contradecía, aparte de admitir todo lo ya sabido sobre las hipotéticas justificaciones del «alzamiento», reivindicaba la profunda religiosidad de nuestro país reflejada en la más que nutrida asistencia para cumplir el precepto dominical.

No se si me dejó más estupefacto una cosa o la otra pero como había mucha diferencia en la edad opté por no hacer comentarios de réplica y largarme con mi decepción a cuestas que, como se ve, aún me dura.

La vida transcurre con lánguida rutina. Desgraciadamente Hernando vuelve a dar el coñazo. Ahora quiere que cada español tenga su propio idioma y la Administración, con el dinero de todos incluyendo a su familia- que tiene mucho- financie la ocurrencia. Menos mal que su solvencia es de veinticuatro horas y mañana dirá lo contrario.

En los tiempos libres, los socialistas, apoyados por un fiscal de cabecera, se dedican a atizarle al Presidente de Murcia  en una obsesión que deja en nada a Rita la de Valencia. Necesitan odiar a alguien aunque sea por delitos de pensamiento. Dentro de nada exigirán que pida perdón, de ahí a la penitencia……….y vuelta a empezar.

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