Acaba de terminar el partido de la selección española de fútbol y, como ha ganado por medio de un gol de Piqué, todos los gacetilleros se han vuelto locos para sacar su amor por la bandera por encima de sus veleidades secesionistas. Tontería sobre tontería. Se trata de un individuo sin otros fundamentos que los futbolísticos y tiene la cualidad de la osadía y matonismo para hacer gala de sus antipatías por el país donde come.
Por cierto, esta mañana he descubierto, por casualidad, donde se halla el meollo ideológico del coletas y los miembros de su banda. Iba yo en el metro y, como es habitual, un mendigo imploraba el auxilio de los pasajeros, circunstancia plenamente justificable y que, por ello, no merece crítica alguna. La particularidad consiste en que la persona que pedía hacía una introducción sobre su situación social que, justificada o injustificadamente, era absolutamente digna de lástima. Estaba sin trabajo, no tenía ayudas sociales, numerosa familia a su cargo y algunas otras cosas tan desgraciadas como éstas. Era exactamente lo que Podemos asegura que va a solucionar.
Personalmente creo que si los tontos o golfos triunfan en el metro no se va a caber porque los necesitados se multiplicarán por centenares, con la excepción de los que tengan la suerte de colocarse. Claro, que si son tantos es absurdo ir a pedir a los que padecen de iguales desgracias. Bueno, pues aunque sólo sea por esto, conviene no votarles.
Hoy, por otra parte, se nos plantea un problema a todos los españoles, a saber, qué carajo hacemos para evitar el debate, también conocido por la feria nacional del periodismo. Como es lógico allí no se hablará de nada mínimamente tangible. Todos serán buenos que insultarán a su enemigo, Rajoy, a ver si le dejan el sillón y pueden trincar un poco más. De los españoles no se va a ocupar nadie y a la mayoría de los aludidos esto les importa un comino pues el hecho de que les arruinen les parece traer al pairo.
Todavía este es un país iletrado donde Grecia, Irán o Venezuela no pasan de ser referencias geográficas sin atisbo de pistas sobre su ubicación. Me recuerda aquello que se decía de los yankis de que ignoraban que existieran más Estados de los que componen la Union. Aquí somos de similar paletismo y si no fuera por los inmigrantes americanos o rumanos la situación sería aún peor. Lo único bueno de las competiciones deportivas es que nos acercan a Ucrania, Chequia y exotismos parecidos.