Como el diario El Mundo se ha encargado de recordarnos estos días, se cumple el cincuenta aniversario del mayor genocidio de la historia y, sin duda, el que ha sido tratado con más indulgencia. Se trata de la Revolución Cultural china.
Apenas unos años después visité tan exótico país aún bajo el látigo del genocida, un tal Mao, que Dios le confunda. El sátrapa había decidido cargarse a la generación de los mayores y para eso no se le ocurrió otra cosa que, bajo el pretexto de un proceso revolucionario que nadie entendió jamás, concedió un extraordinario poder a una multitud de jovencitos, eran adolescentes, a los que llamó guardias rojos. Su labor consistía en depurar las clases burguesas acomodaticias mediante la reeducación en labores agrarias. Todos al campo y a currar.
La tortura vino porque entre los burgueses estaban los padres y ahí empezaron los juicios políticos a los progenitores que, en muchas ocasiones, acababan con sus vidas. Hay que ser bastardo para concebir que a los padres los maten los hijos como método de purificar una sociedad.
Así fue y, para asombro histórico, semejante bellaquería creó escuela en Occidente naciendo de esta forma los conocidos como partidos prochinos.
En España el fundamental se organizó en torno a la ORT. Con el tiempo, y sin pronunciar palabra alguna de arrepentimiento, ellos, que tan aficionados son a exigir perdón a los demás, se diluyeron en la mamandurria del PSOE ocupando sinecuras sin fin.
Todavía conozco a algunos y, aunque hace mucho que no la veo, recuerdo como más característica a la «lideresa» Francisca Sahuquillo, más conocida como «Paquita». Persona entrañable, era no obstante el ser humano más disparatado que me encontré en aquellos tiempos. Tenía como misión vital convertir España en China y de ahí no la apeaba nadie. Como su origen era de militante en asociaciones del catolicismo obrero, a todo su quehacer le imprimía un carácter mesiánico de tal forma que su doctrina parecía provenir de las catacumbas.
Paca se cultivó también en su enemistad con el Partido Comunista, organización a la que pertenecía su hermano y que lo condujo a la muerte en la tragedia del despacho de la calle Atocha.
Sin embargo, las enemistades de entonces hay que entenderlas en el seno de círculos muy estrechos donde privaba más la figura del colegueo. Conocí a la Carmena y a otros muchos peceros gracias a idas y venidas en el despacho de la calle Lista esquina a General Pardiñas, núcleo real de la organización arriba citada.
La cuestión que conduce a la actualidad es que su amiga, la alcaldesa gagá, ha tomado la decisión de que Paquita se haga cargo de la Memoria histórica municipal y eso apelando a su prestigio e imparcialidad. No me lo acabo de creer pero podéis preparados para pasear por la antigua Gran Via, pronto denominada Avenida del Gran Timonel o Paseo de Chu En Lai y así hasta el infinito. Es como poner a un zorro a vigilar gallinas.
Creo que los nombres urbanos son un gesto de homenaje y estoy en desacuerdo con que formen parte de la «Victoria» pero tampoco lo estoy con que sean el objeto de la venganza y, sobre todo, oír que Paca es símbolo de imparcialidad me pone los pelos de punta.
Otra cosa. Se han puesto de moda -lo ha puesto Sánchez- las declaraciones de personas «non gratas». A este paso las veremos anunciadas en los programas electorales. Hasta aquí vale porque no sirven para nada pero es cuestión de tiempo que las rellenen de contenido. Por ejemplo, los «non gratos» no podrán hacer pis, no digamos otras cosas, en la demarcación municipal. De los tratos a los judíos por el Reich pueden extraer muchas enseñanzas.
Por último la reciente de los nacionalistas. Los de Madrid tienen la culpa de los accidentes de tráfico en Cataluña. Da igual si los ocasiona un asesino francés en una carretera normal. La vía tenía que ser autopista o aérea y el Estado no lo permitió. ¡¡¡Toma del frasco¡¡¡
Gracias blogger. Un artículo muy sabroso. Mi traductor en China, un tal Yuan (no pongo su nombre verdadero), me contó, después de una sesión intensiva de licores Mao Tai, ya que era reacio a hablar de ello, que los guardias rojos le habían detenido siendo estudiante ¡POR LLEVAR GAFAS DE MIOPE! (?), lo que asociaban a que era un intelectual. Lo enviaron a un campo de trabajo donde tenía que realizar trabajos de labranza para los que su físico, era más bien algo enclenque, no estaba preparado. El muchcho perdió la dentadura completa y a poco que no se murió de agotamiento y malnutrición. En eso consistió , además de todo tipo de barbaridades en todos los campos, la famosa «Revolución Cultural». Un cordial saludo.