Como ya creo haber dicho en alguna ocasión en casa somos desde siempre fans del célebre conjunto humorístico argentino. Mis dos hijos alcanzan la categoría de frikis llegando en algún caso a interpretar funciones teatrales de imitación que tuvieron, en su ámbito reducido, una cierta acogida de critica y público como se decía en tiempos pretéritos.
Bueno, pues resulta que estando en mi refugio vacacional costasoleño y deseando homenajear al llorado Daniel Rabinovich, me han venido al recuerdo ciertos pasajes del número «Vote a Ortega «, interpretado en su última y reciente gira, que tiene algo que ver con los pisos clandestinos en esta zona, concretamente el caso del ático en Estepòna, inmueble del que se sigue desconociendo el titular y el precio, ahí es nada, por el que accedió a comprador el Presidente de una Comunidad Autónoma.
En dicho número, como en tantos otros, se realiza una crítica sumamente ácida de los fenómenos corruptos personalizándolos en un candidato electoral cuya campaña se ve satíricamente comentada con magníficos contrapuntos de sus demagógicas consignas. Como colofón se dice de Ortega que constituye un proverbial ejemplo de » insobornable custodio de lo propio e inflexible amigo de lo ajeno «. La conclusión es más que evidente para los áticos del área.
Por lo demás, sigue en su punto álgido el campeonato mundial de traidores. Está en cabeza el tal Sanchez que, sin embargo, se está quedando sin candidatos para sus traiciones. Los ha liquidado a todos y empieza con la segunda vuelta. Su problema es que puso muy alto el listón con el inesperado insulto de indecente al Presidente. A partir de ahí se ha quedado sin palabras que llamen la atención y no hace sino dar vueltas sin sentido alguno. Qué tío más tonto madre mía.
Y hoy lo de Bruselas. Faltan horas para oír que lo importante es la solidaridad, que el verdadero islam es diferente y que hay que estar unidos. Los tópicos de siempre y el coletas de invitado como observador de un pacto que desprecia. A este paso hasta Trump acabará pareciendo razonable. Cuánta porquería. Se me acabaron las palabras.