La corrupción como máscara

Empezaré recordando mi pequeña peripecia personal. Como he dicho alguna vez tengo dos hijos; uno ya se fue de casa el muy canalla y no sirve de atenuante que la chica sea una  chavala fenomenal cuya presencia, escasa por cierto, me produce una gran alegría. El día que venga acompañada la alegría será mayor si cabe. El menor es la víctima de mi presencia. Hago lo que puedo, que es mucho, para ocultar mi condición de padre a un chico de diecisiete pero la cosa tiene difícil arreglo.

El mayor trabaja de representante de marcas y patentes normalmente en Estados Unidos.  Me siento orgulloso de que continúe la tradición familiar si bien en cuanto a mi padre y a mi mismo fuese más plebeya ya que se centraba en tejidos de algodón y rayón por el ámbito territorial madrileño circunstancia que,  como se dice cursimente ahora, tiene menos glamour. Los dos fuimos felices en la profesión pues un pedido es, creo yo, el segundo momento más feliz de la existencia. Averiguad cuál es el primero, se admiten opiniones.

Viene esta digresión a cuento porque hace un par de días el hereu , que está allá por San Luis, Missouri,  me contó que había asistido a un mítin del animal de Trump y que había confirmado mi opinión, ya anunciada en estas páginas, sobre la similitud de un candidato yanki, sea cual sea, y un español del Psoe. Por lo visto el pollo se tiró dos horas largando sin decir absolutamente nada que no fuera «somos los mejores y vamos a ganar». El tal Sánchez ha debido estudiar, o lo que sea, allí.

Aquí las cosas van a peor. Como también he dicho, y lo afirmo con la autoridad que me da haber sido el primer ensayista sobre la corrupción ( El marco jurídico de la corrupción, Ed, Civitas ), le denostada figura no existe de tal manera que cuando los barandas se refieren a ella para censurar a sus protagonistas hablan del concepto chicle de «delitos relacionados con la corrupción». Esta clasificación es como la goma de mascar, se estira y se encoge.

Si el acusado es del PP vale todo. Si Rita está o no imputada, o investigada como se dice ahora, a la p calle y a ser posible fuera del continente europeo. Ahora bien, si es el chuleta gallego, ni los delitos están tipificados como corruptos ni él era , a la sazón, cargo público, por lo que no debe dejar la Secretaría. La corrupción se convierte así en un factor que produce miedo porque es exactamente lo que quieran sus comentaristas.

El papelón le ha tocado a los majaderos de los C¨s. Como habíamos advertido no son sino una marca blanca socialista y así se demostró en Andalucía. A mandar y a obedecer a cambio de alguna limosna. Van a desaparecer pero se lo merecen.

Por último al trío de la bencina, González, su santa y el Cerezo, al que un amigo le llama ante su cabreo y haciéndose el despistado, el Ciruelo, le pueden caer la del pulpo. El problema es que estos parecen extraídos de una película española de los sesenta, a modo de Ozores, Gómez Bur y López Vázquez, un poner, pero  estos hacían reír y no daban miedo. Aquí y ahora o das miedo o no hay posibilidad de inspirar piedad. Se los pueden comer por los pies. Cuando he visto que el PP ha abierto expediente investigador al jefe del clan me da la impresión de que estos tíos y tías huelen a cera por todas partes.

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