Willy Fog vuelve a casa sin pagar el impuesto turístico

Como os venía diciendo he disfrutado de unos días de vacaciones viajeras conociendo algo de los países nórdicos. He visitado Estocolmo, Copenhague, Hamburgo y, finalmente, me encuentro en Berlín, objetivo final de mi viaje, con ocasión de la estancia aquí de mi hijo Jaime en su anual cita con la práctica del alemán. Camino de Finlandia se encuentran también mi hijo Alfonso y su pareja Ana, miembro ya de mi familia. Los cuatro estamos pasando unas horas divertidas aprovechando el profundo conocimiento de la ciudad por parte de Alfonso a raíz de su curso de Erasmus de años ha.

Mañana vuelvo a Madrid con deseo, por qué no decirlo, de disfrutar otra vez de mi cama y volver a frecuentar a mis amigos. Somos animales de costumbres y yo más que nadie.

Mi experiencia nórdica puede calificarse, sin más, de satisfactoria. Estocolmo y Copenhague son ciudades muy bonitas….sin nada dentro. Una vez contemplado el paisaje no queda mucho por hacer con excepción quizás del museo Carlsberg de la última ciudad mencionada que reúne restos babilónicos ( de los que quedan pocos y menos que van a quedar ) y pintura francesa decimonónica. Hamburgo es otro cantar. Una gran ciudad, bastante entretenida y más aún, me imagino, si viajas acompañado, que no es mi caso.

De todas las cosas que he visto lo que más me ha llamado la atención es que, en primer lugar, entre el principio y el final no hay una sola cuesta. Es una inmensa llanura sin prominencias del terreno durante más de mil kilómetros. En segundo término,  las infraestructuras. Ya iba yo con la curiosidad pero la realidad ha superado con creces las expectativas. Pasas en tren ( excepto el primer tramo y la vuelta mañana todo lo he hecho en tren) por puentes sobre el mar siendo el más sorprendente el que une Dinamarca con Suecia.

Pero hay otra cosa con la que no contaba. Entre Dinamarca en Alemania la travesía se hace en ferry ¡¡¡pero con el tren dentro del barco¡¡¡ siendo el tren un Ave completo. Imaginaros la longitud del barco donde hay que sumar coches y camiones. El tren se mete en el barco y se guarda en la bodega; los viajeros se bajan, suben a cubierta, se toman un café y tras una hora de travesía oyen lo de ¡ viajeros al tren ¡, se vuelven a bajar, se suben a los vagones, y el tren desembarca y ¡ala¡ a Alemania rumbo a Hamburgo. Para alucinar.

Todo lo he hecho, y por eso el título, a despecho del último disparate de Carmena de poner impuestos al turismo. En Centroamérica y creo que en Cataluña lo han hecho con el resultado previsible. A los hoteles les destrozan la vida porque tienen que liquidar la tasa, con la consiguiente burocracia y pérdida de tiempo, y sobre el turismo tiene efectos que  desincentivan la actividad para, al final, ingresar el chocolate del loro. Un desastre propio de una mujer desastrosa. Trabajé en este tema en la Organización Mundial del Turismo y allí, entonces, la opinión negativa no podía ser más unánime.

La otra idea , también una barbaridad, es la de los cajeros automáticos. Existen miles de sentencias al respecto porque también es una idea antigua. Debo haber participado en centenares.

La idea de la tasa se basa en que el usuario hace, en favor del banco, un uso intensivo de la calle y por eso le ponen una tasa al Banco. Al parecer las larguísimas colas en el cajero interrumpen a los viandantes y el pérfido Banco incrementa sus beneficios en contra de la ciudadanía. Vamos, los delirios le deben impedir el sueño. Es una inmensa chorreada incluso para comunistas. Ya lo dije en su día, esta Manolita Chen nos va a dar tardes de gloria. Menos mal que me coge jubilado.

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