Llegó el esperado discurso y, al menos para La Guinda, no decepcionó. Resulta que la izquierda periodística ha llegado a la conclusión de que contra Rajoy vale cualquier cosa e, incluso, una monarquía gobernante después de que durante los años setenta se inflaran a decir que el Rey reina pero no gobierna…..y eso como mucho.
Ahora tenemos un rey que carece de otro mérito que ser el hijo del cazaelefantes y nieto de la reina de Grecia que tampoco parece como para ir por la calle erguido y dando clases. Sin embargo, el chico se ha ido para arriba como se dice ahora y ha decidido ingresar en la clase política ayudado por una pareja que no ha pretendido otra cosa en su vida. Así, ha llegado el discurso y los sueños han empezado a convertirse en realidades cuando menos dialécticas.
Para empezar, la bandera medio tapada, que eso no es de progres. Poco importa que le deba el sueldo y el de los suyos – que pagamos los lectores de La Guinda – a un papel supuestamente simbólico y que entre los símbolos la bandera ocupe un lugar preferente. Al cabo, en la escenografía de la simple perorata ocupó el puesto reservado para la enseña de la Cruz Roja o el equipo de baloncesto de la infancia.
Sin embargo, lo gordo vino después. Cuando dijo lo mal que lo estaba pasando la gente se cayeron los palos del sombrajo. Lo de «la gente» es la nueva forma de decir «el pueblo», que era aquella palabra mágica que permitía hacer lo que le viniese en gana al que la pronunciaba. Por otra parte, eso de pasarlo tan mal…..pues depende que diría un gallego. El Rey conoce perfectamente a gente que no lo ha pasado tan mal a no ser que vivir sin trabajar y en palacetes de Pedralbes sea una tortura cosa que, así, a primera vista, no lo parece.
Lo importante detrás de esa majadería interesada que supone invocar a «la gente» se esconde un propósito nada majadero y de muy malas intenciones. La única forma de solucionar el sufrimiento es la solución económica consistente en aumentar el gasto hasta donde te dejen. Lo hizo Franco en los cincuenta y lo hace la izquierda actual. La consecuencia natural es más paro, más burocracia, menos productividad …y más corrupción. Lo que sucede es que a ellos todo esto no les importa nada y que cuando llegan tan inevitables efectos crean más Comisiones, con mayúsculas y minúsculas, más parlamento, más normas etc..etc. Ellos ponen el problema y luego se ofrecen como salvadores. Así es la vida.
El Borbon griego ha optado por esta línea y, en este sentido, ha perdido lo más importante y favorable para la institución, la presunción de imparcialidad. La historia termina siempre mal para ellos y, si no, que se fije en el tito Constantino que no podía ir a Grecia ni con El Corte Inglés.
A otra cosa. La Fugitiva está pesadísima en su obsesión por ser algo. Es una amante del peligro. Se rodeó siempre de los más conspicuos corruptos ( López Viejo, Granados y demás ) y ahora quiere que la escolten aquéllos de los que salió huyendo. Qué personaje tan escasamente ejemplar. El amor que la masa le demuestra es parecidísimo al que demostraron a Fernandito el Deseado. Su ego saldría reforzado, el ABC lo coparía, pero terminará mal, muy mal.