Si analizamos la actual estructura administrativa para el gobierno de España únicamente podrá concluirse que a la postre ha imperado el lema patriótico de más altas miras con la ligera modificación que se deduce del epígrafe.
El inmenso absurdo que sirvió a Suárez para salir del apuro, y que estuvo guiado por la mejor voluntad del personaje, ha sido a la postre, en muchos casos, simple covachuela para el mayor enriquecimiento de una burocracia peor que maloliente . Por mucho que se diga, diecisiete autonomías con regiones ajenas al principio de igualdad, y ello al margen del colmo de lo estúpido que niega la búsqueda de petróleo al parecer porque se trata de islas con su propia idiosincrasia, es un sindiós que va a costar muchísimos esfuerzos reconducir a esquemas inteligibles para los seres humanos.
Todas estas circunstancias me hacen reflexionar sobre dónde estamos y cuál es nuestro destino más aún cuando bajo la batuta del tal Sánchez, Susanita la del ratón y el montón de pelotas que aspiran a vivir o, mejor, seguir viviendo del cuento, se ha impuesto de forma bobalicona la propuesta del Estado federal aunque nadie diga ni en qué consiste ni qué modificaciones comporta para lo que tenemos. Hay que ser federal porque son jóvenes y punto. Toma del frasco.
Quizás debamos volver al principio. La organización territorial de nuestro entorno está basada en causas históricas y culturales que hace mucho que desaparecieron al menos en su relevancia. Frente a ello se han alzado los principios lógicos del nuevo mundo internacional guiado por objetivos de eficacia económica, que será lo maloliente que se quiera para las mentes prístinas de nuestra izquierda, siempre tan buenos, fraternales y, cómo no, solidarios, pero que es infinitamente mejor que lo existente. Al cabo, el problema no es preguntarse por la razón de que exista Castilla La Mancha, es un decir, frente a Asturias, otro decir, sino de la propia España frente al resto de la Unión. No creo que la Marsellesa de para tanto.
Aquí han primado las lenguas folclóricas o poco más, las variedades de las jotas y la diversidad gastronómica para organizar el país y ello en perjuicio de los factores administrativos y económicos. Ya sé que jamás ganaré un adepto – la jota y el terruño tiran mucho – pero no encuentro que haya razones para el galimatías que padecemos donde, por un lado, se pasan el día hablando de unirse y, por otra parte, se legisla con diecisiete parlamentos.
Para empezar, porque estas reflexiones continuarán, no debe, como mucho, haber más de cinco autonomías o estados federales, como se prefiera llamarlos. Podían ser, sin atenerse a los nombres actuales, porque lo contrario suena a absorción, una región norteña que comprendiera desde la actual Galicia hasta el Pais Vasco y Navarra, otra mesetaria que sería la vigente Castilla sin Avila, Segovia, Guadalajara, Toledo y Cuenca que se unirían a Madrid y podría incrementarse con Cáceres, Andalucía con Badajoz y Murcia y las ciudades de Ceuta y Melilla y la levantina que sería Cataluña, Valencia y La Rioja. Luego estaría el régimen especial de Canarias.
Este bosquejo de organización habrá de acompañarse de ausencia completa de Parlamentos y de regímenes fiscales igualitarios. Si luego le quieren llamar federal, pues que le llamen como quieran. Lo cierto es que las competencias han de disminuir sobre las existentes. En suma, más Europa, menos Autonomías y más competencias municipales. Sobre este último tema, deben crearse competencias de servicios comarcales e instantáneamente suprimir, por lo menos, la mitad de los municipios. Lo demás es darle vueltas para acabar, después de perder mucho tiempo. haciendo algo parecido.
Si algún día nos atrevemos, es posible que Todo pueda a volver a darse por la Patria y no por la Pasta o por la Caspa, que da lo mismo.