Distraigo mío ocio veraniego en la lectura y la contemplación. Primero fue, como desde hace 36 años, la isla de Lanzarote, donde confieso mi adicción a los amigotes y a sus singulares vistas. Este año he redescubierto a un matrimonio espléndido que ahora vive en Gran Canaria. Son Eloy y Adelina con quienes compartí una cena espléndida en el Risco de Famara, el mejor restaurante de la isla. Espero que no pasen tantos años sin volvernos a ver.
Ya en la península desde el pasado domingo, dirigí mis pasos a Marbella donde tengo alquilado un bonito piso que aguantaré mientras pueda. Recomiendo un poco antes de Córdoba yendo desde Madrid, unos 7 u 8 Kms, un cortijo de tapas llamado Las Cumbres. Tienen dos tesoros, la carne con tomate a la andaluza y la sangre encebollá. A esta última le deberían reducir el tamaño de los trozos.
Hablando de Marbella he de decir que dicha ciudad goza o padece la fama más injusta que conozco. Se asocia con el lujo, el alto espectáculo y, en general, la pasta pura y dura cuando la realidad es que una gran parte la ocupa una ciudad amabilísima de veraneantes tradicionales y donde un piso muy bonito en alquiler cuesta lo que cualquiera de la sierra de Madrid. A cambio, es preciosa y se ve adornada por un paisaje marítimo espectacular. Es lástima que tantos años de descuido lo hayan deteriorado significativamente y que ahora sea difícil su recuperación.
Y la gran cremá la dejo para el find. Resulta que mis amigos taurinos, con el jefe al frente, me han invitado a mi debut como espectador de José Tomás con motivo de la Feria de Málaga. Como ceben que no me va a gustar me han preparado una encerrona a base de entrada de sol y rodeado de forofos del circense. Piensan que no lo soportaré y se reblandecerán mis meninges. Van de ala por no decir de otra cosa. Aguantaré el sol, ganaré al mus o al tute y, con un poco de suerte, alguno se pasará a mi bando y protestará contra los gatos que «por sorteo» corresponderán al Maestro. Lo contaré el domingo pero, úno es un caballero, gracias Jose por haberte acordado de mí. No te prometo una sentencia ni una oración pero algo te caerá.