Magnífico find en el Puerto de Santa María. Unos amigos allí afincados, aunque de origen sevillano, tuvieron la buena idea de organizar una cena en la localidad. Con ese motivo he vuelto a visitar El Puerto y , en la mañana de ayer, darme un garbeo por Cádiz ciudad de la que estoy enamorado desde que mi primo Rafael me contaba anécdotas de su gracejo especialísimo. Rafa era psiquiatra en el centro hospitalario y por aquel entonces pasaba más hambre que el perro de un ciego.
Los celadores del hospital formaban parte de la guardia romana que ponía Pemán en los Juegos Florales e invitaban al doctor a la suculenta merienda. Mi primo pasaba señorialmente, como era él para todo, entre las filas de los legionarios romanos que lucían los adornos propios para la ocasión, como lanzas y corazas, y miraban firmes y mentón en alto. Como mi primo era populista enhebraba la charla con alguno de los soldados y éste le contestaba regio «pase, pase D. Rafael y no me comprometa». Desgraciadamente mi primo murió y desde entonces Cádiz casi ha recuperado la seriedad que había perdido con los fenicios.
También recuerdo al mozo de espadas del niño Aparicio que un día nos contó a mi amigo Paco y a mí que no contáramos con él que se jubilaba y se volvía a vivir a Cádiz. Le preguntamos la razón y dijo «pa jartarme de reír hasta que me muera». Genio y figura.
Vuelvo al Puerto y desde aquí el más afectuoso abrazo a quien e hicieron de anfitriones, las sevillanas Angeles y Pilar y el marido de ésta, el prestigioso galeno arequipeño, cuna de los más finolis del país andino, Carlos. Sois gente fenomenal y me hicisteis pasar una noche inolvidable. Querais o no, se repetirá.
A la prosa. El Califa de la Justicia y abogado de la nena antigua miembro de la familia real, Albertito el follonero, la sigue liando en su furor corporativista a favor de los fiscales. Ahora se ha sacado un supuesto testigo sorpresa que, según los tribuletes palmeros, hace santa a la chica aunque ni siquiera haya mencionado a los delitos por los que se la imputa. Además no se le puede interrogar pues, como decía el chiste que dijo el pastor,…»a las ovejitas no les pregunten que son muy mentirosas». El chiste trataba de unos ventrílocuos que ante un pastor preguntaban a sus animales con quién hacían el amor.
Nunca pensé en que la Asociación Francisco de Vitoria sentara cátedra pero su reacción ante el horror de Horrach ha sido espléndida. Vienen a decir que con estos fiscales y su modo de funcionar ni a Gallardón se le puede ocurrir entregarles la instrucción de los delitos. A lo mejor lo hace …precisamente por eso.