Aquí todo el mundo abdicando, que si lo de Rubalcaba, que si lo de Borbón………….y yo con estos pelos. Pues bien, que no, que no, con ritmo musical, que no pienso abdicar. Para empezar, estoy dispuesto a pedir la vacante aunque me temo que las elecciones no van a ser muy limpias y al final la cosa se arregle con el dedo. Después, me temo también que el número de aspirantes sea excesivo para mis posibilidades pero, en todo caso, una vidorra padre, eso sí al servicio de España, con sus cacerías y todo lo demás, incluyendo la petición de perdón, vale la pena.
Por otra parte, y descendiendo al plano personal, no se cómo nos irá con los nuevos. Del Rey no tengo ni pajolera idea aunque me haga gracia lo de «está muy preparado». Toma, y yo. La Reina es otro cantar y dudo mucho que desperdicie, como ha hecho su suegra, la multitud de ocasiones que se le van a presentar para meter la pata. Ella es como es y procede, no se olvide, de los aledaños del polanquismo.
Hablando de otra cosa. No sé si recordareis las enfáticas declaraciones del nuevo Consejo del Poder Judicial diciendo que con ellos, el Presidente a la cabeza, se había acabado y que a partir de ahora lo principal para la designación de los cargos eran el mérito y la capacidad. La cosa era para infundir sospechas ya desde el principio porque en la designación de alguno de sus componentes no había jugado papel alguno cualquiera de los dos principios proclamados. Es más, en alguno de los algunos no lo habían jugado en toda su carrera profesional.
Bueno, pues a partir del primer momento, los Comisarios del Consejo, con sus respectivas claques, se pusieron a buscar frenéticamente méritos y capacidades, y dadas las dificultades para encontrarlas, se pasaron en tropel a las «negociaciones».
Concluye el asunto, por ahora, el pasado jueves. En el Pleno de los nombramientos alguno de los favorecidos es fruto no ya de su negociación sino del resultado de la pasada sesión pues el «colectivo» de víctimas de ésta por no haber nombrado a Angel Arozamena exigía su justa compensación en la Sala Militar, lugar donde hay que encontrar la última referencia a la jurisdicción castrense en la memoria del tatarabuelo de un conserje. Para adornar la cosa hubo alguien que incluso presentó, ladinamente, un escrito denigratorio para un candidato rechazado dando así ejemplo de una zafia venganza personal que, por lo menos, fue rechazada por el resto. Algo es algo.
El fin de semana lo he pasado maravillosamente y de ahí mi impuntualidad con la cita semanal de La Guinda, lo que me costará la bronca de mi editor J.R. García. He celebrado fastos en Córdoba y Sevilla. A la ciudad de los califas acudí a presenciar una corrida de Jaralta propiedad de mi amigo y académico Santiago Muñoz.
Un desaprensivo Comisario de Policía, en funciones de Presidente de la Plaza, le devolvió la corrida a los corrales y nos quedamos pasmaos. La sustituimos por larga tertulia entre palmas y alegría. Un diez para Santiago.
Al día siguiente boda en Sevilla de mi querida sobrina Paloma con Xabi, fantástico chef vasco y ambos propietarios del célebre restaurante hispalense Zelai. La boda fue un remake de la famosa película de los ocho apellidos, con dos grupos diferenciados de seguidores a cuál más salao y divertido. Gracias por haberme invitado a un suceso como este.
Por cierto, en la boda hicimos lo que no hacen otros, es decir, ir en autocar, beber lo que cada uno quisiera ( yo un gin-tonic y medio ) y volver en autocar con la gente tan perjudicada como fuese su voluntad. Como se sabe, otros no han seguido el consejo y a 500 Km de distancia iban en moto como locos , saltándose los semáforos y sin casco. No se puede decir que el individuo en cuestión iba soplao porque, al parecer, no podía ni soplar por el tubito.
Lo dicho me conduce a una reflexión postrera. Estos personajillos que padecemos, que pretenden ejercer un cierto liderazgo social, nos aleen ranas con muchísima frecuencia. O maltratan a su mujer, el vasco, o se fugan de la policía, la Espe en Madrid, o se buscan un chollo bancario y luego aparecn imputados por delitos financieros, la Maleni. Cada uno en su terreno son unos figuras. Enrique el Bello, motorista pasado de copas, carecía de las mínimas condiciones para el cargo que le regalaron, papelón que cultivó hablando e impartiendo doctrina sobre el Estado de Derecho cuantas veces se terciaba. ¡¡ o tempora o mores ¡¡