Hoy toca un pelín de reflexión jurídica. Ya lo compensaré en entregas venideras.
Estábamos en esta cuando se ha «renovado» el Tribunal Constitucional, o sea, que los partidos políticos han decidido que a unos les deben sustituir otros lo más parecido posible. El primer problema surge porque el TC no se sabe muy bien en qué consiste. Antes era un órgano político, encubierto por la capa judicial de la mayoría de sus componentes, cuya labor era la interpretación de la Carta. Con el tiempo fueron cada vez más metiéndose en camisa de once varas y han acabado en mezcla de todo y naturaleza de nada.
En consonancia con su difusa función han ido cambiando en la composición de tal manera que cada vez tiene menos importancia la formación supuestamente jurídica de sus miembros. La izquierda los busca más sólidos y menos imparciales mientras que los de la derecha suelen ser mejores chicos, más flojitos en la cosa intelectual y también más honrados en la imparcialidad.
Ahora se ha vuelto a cumplir la regla de las manos inexpertas de Soraya que no está para estos charcos. Hay rumores que dicen que los cuatro son licenciados en Derecho pero a saber qué papel le habrán dado a Sorayita. Para mí que hay dos sobrados, Xiol y Martínez-Vares pero los otros dos qué quereis que os diga. López es a la judicatura lo que Sara Carbonero al periodismo. Mucha fachada, poca chicha y de enchufes más que sobrado. Su curriculum judicial no es malo sino inexistente. El rector casi lo mismo aunque con menos balcones a la calle. López añade una actuación más que censurable como portavoz del Consejo, puesto que utilizó siempre como una portavocía personal.
En fin, que con su pan se lo coman y ello advirtiendo que a mí tampoco se me ocurre mejor método de elección. La solución óptima creo que es la supresión confiando sus facultades al resto de los abundantes Tribunales que padecemos.
Otra cosa. Debido a la actualidad francesa no quiero dejar escapar la ocasión de manifestar algo sobre el controvertido asunto de la legalización del matrimonio homosexual.
El matrimonio no es sino una forma de organización social como cualquier otra si bien con la dificultad añadida de procurar la protección de los niños. Ahora bien, yo considero ridículo mezclarlo ni con religiones ni con cariños de ninguna clase. Al Estado no le tiene que importar si dos se quieren y cómo se quieren. Me imagino a los policías persiguiendo a las parejas por el Retiro o el Tibidabo y diciéndoles :»oiga, oiga que no veo yo que se quieran lo suficiente. Hagan el favor de divorciarse». Si ello conduce o no al cariño y si este se expresa de una forma u otra es cuestión de cada uno si acaso con la prevención de impedir que se meta una cabra en casa …….y no por el cariño, que puede ser tan sincero como los demás …….sino por el pestazo.
Ultimo apunte. Leo hoy en El Mundo una entrevista a Herrero de Miñón sobre las autonomías. Como siempre muy lúcida y brillante. No se trata de ocultar la parte de culpa que él mismo tuvo en la organización del desfeito, que diría un gallego, pero la guía que propone para su encauzamiento es una posibilidad de salir del túnel y como tal merece una valoración positiva. Bueno os dejo porque esta misma tarde me tengo que casar con una perrita monísima.