Suerte, vista y al Montoro

Al Montoro le están dando hasta en el carnet de identidad. El Rubalcaba -dicen que es el más listo del PSOE- le exige la dimisión por hacer recortes. Menos mal que se ha dado cuenta. La verdad es que Montoro también se lo gana a pulso con sus insinuaciones a los parlamentarios de que son defraudadores. Me imagino las conversaciones del pasillo: «Oiga Señoría, menos cachondeo sobre la amnistía fiscal, y a ver si hace la cuenta de las retenciones, que se le está pasando el plazo». Ante esto, los pasillos se despueblan con sólo oír sus pasos y todos se van al baño, como los que se cuelan en los Cercanías cuando viene el revisor.

Yo le conocí hace ya muchos años, allá por el 83, y me pareció una buena persona, quizás algo ingenuo. Su hermano es un cátedro muy cachondo en la Autónoma y goza de buena fama entre los alumnos. En fin, su situación es injusta, aunque algo más de prudencia no le vendría mal.

El otro que desprecia la prudencia es el de Interior. Miembro de una conocida secta religiosa, anda por Roma haciendo propaganda de la asignatura de religión que, según él, debería ser por lo menos como un curso de Iniciación de cualquier ingeniería. Además ha mostrado su contrariedad con el matrimonio homosexual y, dicen los rumores, que también está contra la zoofilia tanto en su vertiente formal de matrimonio como en la más «casual» de pareja de hecho. Allá él, pero en su caso las insinuaciones de pasillo pueden ser más peligrosas como que un día le diga a alguien, aparentando un encuentro fortuito: «¡Hombre fulanito! Muy bien tu intervención contra el Gobierno sobre el asunto Bárcenas. Pero, aprovechando esta feliz coincidencia, te comunico que la cámara te ha pillado a 180, y que en la foto ha salido muy bien tu acompañante, que a mí me pareció que no era Marisa. Bueno, ya se lo preguntaremos a ella.»

Bien, pues hablando de cosas de religión tengo que confesar que en  mi juventud fui aspirante a Congregante y caí en las manos de un entonces reputado psicópata que hacía de confesor. En año y pico las anécdotas se multiplicaron. En una ocasión me echó una bronca porque mi nivel de pecados era excesivo dada la condición de mi padre de miembro de la División Azul (verídico). En otra y ante el nivel general de pecados nos castigó a todos los niños, en una Casa de Ejercicios donde hacía un frío siberiano, a no dormir y ocupar nuestro tiempo toda la noche rezando. También nos quitó la cena y ya de madrugada nos dio un chusco y una onza de chocolate.

Sus confesiones eran como las algo imaginarias insinuaciones de Montoro. Había cogido la Confesiones de San Ignacio y mediante la oportuna adaptación te hacía un interrogatorio en el que se inspiraron los de la Escuela Mecánica de la Armada de Buenos Aires, aunque no llegaron a tanto. Pero además los pecados los tenía…¡fichados!, de tal manera que llegabas y te decía tras atenta lectura de la ficha: «Bueno ¿cómo llevas la Misa, que tú faltabas mucho?» De lo demás ni hablo.

En penitencia también era un -como se dice ahora- emprendedor. Le daba al cilicio metálico que se adquiría en una ferretería vecina a su despacho en la calle Diego de León en Madrid (creo que la han quitado pero me aseguraré. Sería una pena porque podría cumplir la función turística de Matthausen en Austria). Cómo sería la cosa que para diluir el horror, nos imputábamos falsos pecados más light  como haberle faltado el respeto a la madre pero, nada, él iba siempre al asunto.

La mejor historia no me tuvo como protagonista. Un íntimo amigo que, afortunadamente, lo sigue siendo, fue a su despacho a llevarle un recado procedente de  otro colegio. Le hicieron esperar porque estaba hablando por teléfono. Los gritos eran aterradores, como siembre, y la conversación era con el hermano de éste, un cura progre en Sudamérica. La cosa iba a más y llegó un momento en el que al parecer el otro le recordó, a fin de serenarle, la relación fraternal que les unía. Ahí vino la frase genial: «HERMANO SÍ, PERO SÓLO EN CRISTO». Como diría este mismo amigo…»hay hombres como camellos, la cuestión es dar con ellos.»

Total que después de esto y dado que mi frustrado camino a la santidad me privaba de los sábados por la tarde, deserté de la virtud y abracé el vicio y la perdición. Con este motivo descubrí que, al menos a mis efectos, a esto le pasaba lo que al PP y al PSOE, que al final todos son lo mismo y que la que manda es Merkel.

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Una respuesta a Suerte, vista y al Montoro

  1. Asun dijo:

    Yo no voy a comentar nada de los politicuchos pq me tienen saturada. Sólo quiero que me aconseje un libro con lenguage coloquial para hacer un trabajo sobre los derechos y deberes de los funcionarios. Ah, y se lo pido por este medio pq no hace caso a mis correos, luego se queja de que las mujeres no le hacen caso pero es que…

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