Tengo fama de quejica. Una injusticia más que aguanto con resignación laica. Sin embargo, hoy escribo para manifestar con solemnidad que soy un pelín feliz. Varios factores se han aliado para producir tan inesperado fenómeno.
En primer lugar, la duración del día. Tras muchos, o todos los años, mis días han empezado a tener veinticuatro horas, ni una hora más ni una menos. Durante la mayor parte de mi vida tuvieron muchas menos. El secular pluriempleo y más responsabilidades de las que hubiera deseado condujeron a una situación de angustia, en ocasiones próxima a la histeria, que recuerdo con espanto. Después, en los últimos años, sucedió todo lo contrario debido a razones fáciles de imaginar. Al día le sobraba una gran parte y, además, dormía mal. Ahora parece que todo vuelve a su lugar. Jornadas rellenitas pero con holguras, como debe ser. Si no fuera por el Gobierno que, junto a otros, me ha colocado hoy una hora extra, nada tendría que decir.
En segundo término, ha llegado el otoño y algunas lluvias. Me he venido arriba. El otoño me entusiasma. Podría dar muchos consejos sobre lugares a visitar; en España el norte en su totalidad, Guadalupe en Extremadura y en el centro, por ejemplo, la subida al pico del Cerrón frente al Hayedo de Montejo, El Escorial en el bosque abajo de la Silla con la vista al Monasterio y en la carretera de subida al Monte Abantos. En el propio Madrid, El Retiro. No existe nada comparable quizás en todo el mundo. Acabo de venir de allí y no me alcanzan las palabras. El Retiro tiene muchísimas especies arbóreas y cada una interpreta el otoño a su manera. Con los rayos de la caída del sol los tornasoles son infinitos. Y qué decir de la alfombra: el ocre, mejor seco, es incomparable. Creo que es necesaria una reforma urgente del Código Penal. A los asesinos más temibles aparte de su receta procedente hay que imponerles la adicional de, para que escarmienten, impedirles entrar al Retiro en otoño.
Fuera de nuestro país están bien los Campos Elíseos pero su memoria siempre está acompañada de la siniestra Wermacht desfilando y el bigotes asomado al balcón de Trocadero. Las futuras generaciones volverán a disfrutar de tan bonito paseo. Más en el extranjero mi ilusión, sujeta a los avatares de la Lotería, son los montes de Vermont, allí pegados al Canadá. Cuentan y no acaban y entre los que lo cuentan está un banquero español no rescatado y que no juega al excalextric.
Por ultimo, he llegado a la conclusión de que vivo rodeado de gente extraordinaria. Frecuento tres pandillas aparte de los amigos y amigas que van por libre y sin perjuicio de que algunos de éstos también formen parte de las pandillas. Son, de recientes a antiguas, la taurina, la de los montañeros y la de Hoyo de Manzanares, con antigüedad de tres, treinta y cuatro y cincuenta y cinco años respectivamente. Hoy hablaré sólo de los taurinos.
Forman un grupo fenomenal y muy divertido. Nos vemos, toros aparte, los miércoles a comer y echar la partida. Nos comanda José Ramón abogado penalista de fábula, mejor persona si cabe y, por si fuera poco, salmantino y extremeño de adopción, casi ná. Tiene, sin embargo, dos acusados defectos, a saber, su fanatismo por un tal José Tomás, célebre lidiador de una especie en extinción conocida como sardinas con cuernos, y su actitud de intolerancia frente a las teorías de vanguardia del tute. Por ello no alcanzó a comprender mi genial estrategia de dejar pasar veinte en espadas con objeto de desconcertar al enemigo, que sigue desconcertado mientras él no ha parado desde el miércoles pasado de echar espumarajos por la boca diciendo no se qué sobre mi modesta persona. Menos mal que nos acompañan dos facultativos que le atendieron de inmediato. El cirujano plástico dijo que no merecía la pena una intervención completa y el forense nos calmó cuando manifestó que no era de su competencia.
Bajo la dirección y coordinación del mencionado Jose unos cuantos de la peña se largaron a Nimes a ver a su héroe descubriendo, como Colón, una nueva ruta que pasaba por Burgos. Pretendían, al parecer, consumir el fruto de haber dejado cojos a todos los cerdos ibéricos discutiendo todo el rato sobre la preeminencia de Guijuelo, Llerena y Jabugo. Las bodegas riojanas y del propio Burgos se quedaron más secas que el desierto del Sahel y se jugaron las pestañas al tute llegando a perder fortunas de tres o cuatro euros. Volvieron con siete orejas y apestando a sardinas, más contentos que un feriante y con el colesterol a la altura del sitio desde el que se tira el tontaina del austriaco. Otro día hablaré de Josele, magnífico torero en los ratos libres y vendedor de jamones, Angelito, artesano del mármol y lapidario (constructor de lápidas quiero decir) el Notario, hombre inesperadamente hipercrítico, los fiscales, tres chicos estupendos más aficionados al naipe que al toro, Paco, amigo desde los catorce años y mi introductor en tan singular cofradía y algunos otros igualmente estupendos.
Y ahora os pregunto, ¿no es para ser feliz?……..y eso que sólo estoy empezando.
P.D. Quiero hacer una recomendación especial. No dejéis de ver el blog La Cruz de Coronado. Lecciones de historia en un magnifico estilo para amiguetes. Mi hijo por fin ha llevado razón en algo ( hoy me corren a gorrazos y nadie descubrirá al culpable porque hay muchos candidatos ).